En los años ´80 y los ´90, cuando vivía en Maquinchao, busqué referencias que me ayudaran a entender la historia del lugar. Las publicaciones a las que tenía acceso en la biblioteca local traían información escasísima, que poco ampliaban las anotaciones que había dejado el director de la escuela, Merlo Rojas, en los años treinta. Años más tarde inicié un recorrido por otras bibliotecas, universidades y archivos y encontré, no sin sorpresa, que existía una cantidad de documentos, relatos de exploradores y artículos periodísticos que hablaban del lugar.

Para ser una localidad aislada en una de las zonas más inhóspitas de la Patagonia, Maquinchao tiene una rica representación en la literatura. Aquí presentamos una selección de los textos hallados : relatos de viajeros, documentos y producciones locales, escritos en tres siglos. Algunos se publican por primera vez en castellano. La intención fue hacerlos accesibles, que sirvan para valorizar la rica historia local, comprender cuántas esperanzas y sufrimientos encierra, y ubicarse en su devenir, que no ha concluido.

1940: Hablando de minería...

Elías Chucair, Breves historias de mi pago

Elías Chucair nació un 25 de Mayo de 1926, en Ingeniero Jacobacci, lugar al que llegó su padre en 1911 y más tarde su madre, ambos de la República del Líbano.

Es autodidacta. Cursó únicamente estudios primarios porque no quería estudiar contabilidades. Desde 1949 a 1958 fue corresponsal de diarios, estuvo a cargo de la Dirección del Museo de Ciencias Naturales e Historia Regional "Jorge H. Gerhold". Es uno de los creadores de la "Fundación Ameghino" de Río Negro. Fue Diputado Provincial en los dos primeros períodos legislativos de Río Negro; e Intendente Municipal de Ingeniero Jacobacci, de 1970 al 1973. La actividad teatral de su pueblo lo contó más de cuarenta años como uno de sus principales participantes. Publicó más de veinte libros de poemas, cuentos y anécdotas de la región sur. Obtuvo varios Premios Provinciales y Nacionales. En sus libros aparecen a menudo personajes de Maquinchao. Entre sus últimos libros están: Rastreando Bandoleros (2003), Anécdotas de un Rincón Patagónico (2004), Historiando mi pueblo (2006), y Breves historias de mi pago (2007).


Corría el año 1940, el mes de julio para ser más preciso, en momentos de grandes nevazones en la zona, cuando llegó al pueblo de Maquinchao una camioneta rural que ostentaba la sigla “S.I.L.P.A.” Venían en ella tres personas que se titulaban “ingenieros” y una “signorina” rubia, que oficiaba de secretaria.

Los viajeros quedaron atrapados por la persistente nevazón y debieron instalarse en el Hotel Fernández. Todos ellos hablaban italiano y apenas podían hacerse entender en nuestra lengua. así y todo, entablaron conversaciones con los parroquianos lamentándose del meteoro que les impedía llegar hasta Bariloche.

Hicieron saber que su viaje era auspiciado por “las autoridades de la Nación” y que representaban a la S.I.L.P.A. filial de fábricas de aluminio de Italia, y que pensaban instalar dos plantas monumentales en el país, no habiéndose determinado aún en que lugar.

Solicitaron algunos planos de la ubicación de Maquinchao y su zona, se mostraron sumamente gentiles con los vecinos lugareños y tomaron a su cargo los gastos de copetín que se originaban.

La noticia de tales proyectos se difundió con suma rapidez en el vecindario. En los días subsiguientes se vio llegar al hotel a diversas personas portadoras de planos y de muestras de piedras y tierras raras de la zona.

Al enterarse los “ingenieros” que en las proximidades del pueblo había tierras coloradas, se interesaron en verlas. Llevados allí, demostraron sumo interés y con elocuentes explicaciones –entendidas a medias por los demás- afirmaron que era ideal el sitio para instalar una planta de laminación y trefilacion y que dicha tierra podría ser utilizada para obtener aluminio.

Hablaron también de instalar grandes usinas y se explayaron –siempre con su autoridad de “ingenieros”- sobre un tema tan seductor como el de la bomba atómica.

Creyeron haber hallado indicios –dijeron- de la existencia de uranio en la zona, el cual podría dar lugar a una explotación de gran escala. Por lo demás, la fábrica, que cambiaría la faz de Maquinchao en muy pocos años, transformándola en floreciente ciudad, mientras sus oyentes se dejaban arrebatar por la fantasía.

Durante un tiempo en el pueblo, se escuchaba con frecuencia la palabra uranio y la palabra aluminio. Mientras tanto, los “ingenieros” se entrevistaron con personas solventes, a quienes ofrecieron sus domicilios en la calle Lavalle de la Capital Federal, pero no lograron concretar con ellos ninguna operación.

Cuando cesó la nevazón, los “ingenieros” y la “signorina” rubia, cambiaron de idea. Ya no irían a Bariloche, pues Maquinchao era lo ideal. Cargaron su furgón rural en un vagón del Ferrocarril y retornaron ellos mismos por tren hacia la Capital Federal.

Poco después, los vecinos de Maquinchao se enteraron de la estafa colosal cometida por la “S.I.L.P.A.” contra el propio Estado y leían entre la lista de detenidos el nombre de Carlos Bomfi, uno de los tres “ingenieros” que habían estado en el pueblo rionegrino sembrando ilusiones.

Luego, al darse a conocer las penas judiciales, volvió el tema al comentario, comentario que a veces tomo ribetes de indignación y también de cierto humor, en tanto, se diluían definitivamente los sueños forjados al calor elocuente de las palabras de los estafadores.

Nota: Esta “historia” fue publicada el 16 de enero de 1954 en el Diario de Esquel por el suscripto y por entender que fue un hecho “importante” en su momento por las expectativas que aquellos accidentales visitantes, despertaron entre la comunidad de un pueblo rionegrino.

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