En los años ´80 y los ´90, cuando vivía en Maquinchao, busqué referencias que me ayudaran a entender la historia del lugar. Las publicaciones a las que tenía acceso en la biblioteca local traían información escasísima, que poco ampliaban las anotaciones que había dejado el director de la escuela, Merlo Rojas, en los años treinta. Años más tarde inicié un recorrido por otras bibliotecas, universidades y archivos y encontré, no sin sorpresa, que existía una cantidad de documentos, relatos de exploradores y artículos periodísticos que hablaban del lugar.

Para ser una localidad aislada en una de las zonas más inhóspitas de la Patagonia, Maquinchao tiene una rica representación en la literatura. Aquí presentamos una selección de los textos hallados : relatos de viajeros, documentos y producciones locales, escritos en tres siglos. Algunos se publican por primera vez en castellano. La intención fue hacerlos accesibles, que sirvan para valorizar la rica historia local, comprender cuántas esperanzas y sufrimientos encierra, y ubicarse en su devenir, que no ha concluido.

1892: Buscando terrenos


François Machon, En Patagonie

El naturalista suizo afincado en Argentina, doctor François Machon, viajó en 1892 a la Patagonia con su colega, otro conocido hombre de ciencia , Santiago Roth. Machon y Roth venían enviados por el barón Hirsch en busca de un lugar adecuado para establecer una colonia agrícola para los judíos que debían de emigrar de Rusia para salvarse de las persecuciones. Publicó el diario de su viaje en forma de entregas, al año siguiente, en Bibliothèque Universelle et Revue Suisse. Tras pasar por Roca y seguir el Limay hasta el Nahuel Huapi, el 13 de mayo llegan al valle de Maquinchao.


Nos encaminamos ya por el inmenso cañadón de Maquinchao, llamado así por el nombre de un antiguo cacique; es una verdadera llanura de veinte leguas de largo por una y media de ancho. Pese a lo lentitud de nuestra marcha no hemos tardado más que cinco días para recorrer el trayecto desde Geylum a Maquinchao, mientras que la tribu con la que viajaba Musters tardó veintidós días en hacerlo, debiendo cargar con los enfermos y perdiendo las muertes que se sucedían.

Hacia el mediodía atravesamos el paraje de Epu-Lafquen, amenizado por dos encantadores laguitos de donde alzan vuelo una multitud de aves acuáticas. Cosa curiosa, que estas dos lagunas, tan cerca la una de la otra, son una salada y la otra de agua dulce. Es un fenómeno que hemos apreciado más de una vez durante nuestro viaje.

A poca distancia percibimos una tropilla, y luego, un toldo. Los únicos guardianes del mismo son dos chiquitos de tres y cuatro años, que pese a su corta edad pudieron darnos algunas informaciones: El padre de los niños, que trabaja para la estancia de Maquinchao, había ido a ver al encargado, mientras la madre lo reemplazaba cuidando las ovejas, que no se podían dejar solas por la cantidad de pumas que merodeaban.

Cuando nos despedíamos de los niños, dejándoles un trozo de chocolate que se llevaron a la boca como si no hubieran comido otra cosa durante toda su vida, llegó un muchacho colorado y grandote, cuyo pelo rubio denunciaba un origen extranjero. Nos dijo que era hijo de un colono galés del Chubut y que desde hacia un año trabajaba como peón de un topógrafo sueco empleado por la Compañía, que ese mismo día había terminado sus trabajos de mensura. Al enterarse que nos dirigíamos hacia el Chubut, se ofreció a acompañarnos como guía. Quedamos en vernos al otro día en el campamento de su patrón, situado en el camino que debíamos seguir para ir a la estancia.

En ese momento apareció, de un sendero lateral, una carreta cargada de cueros de vaca, conducida, según nos enteramos al día siguiente, por Juan Ruggli, un suizo de Soleure, también al servicio del señor Arneberg, el sueco en cuestión. Decididamente estábamos predestinados a encontrar compatriotas hasta en los lugares más recónditos de la Patagonia.

14 de mayo. –Henos aquí en la carpa del agrimensor; nos hacemos amigos enseguida y sólo lamentamos que no hubiéramos pasado la velada anterior juntos .

-Mi peón los tomó por compradores de ganado que vienen de Chile, nos dijo nuestro anfitrión, y no tenía apuro por encontrarlos; en el desierto, estamos obligados a desconfiar de todos.

El señor Arneberg nos expresó su intención de partir al día siguiente hacia el río Negro, por Valcheta, en compañía de Ruggli. Nos recomendó vivamente al joven galés, Juan Owen, diciéndonos que no podríamos encontrar un guía mejor y un empleado más fiel.

-Pero váyanse lo más rápido que puedan, agregó; Pedro Miller acaba de llegar de Valcheta con su negocio ambulante, y conoce muy bien la gran debilidad de Owen , que se emborracha hasta que los bolsillos le quedan vacíos. Es un triste oficio el de los mercachifles que se meten en el desierto para engañar a los pobres pastores, sabiendo que una vez que éstos caen bajo el poder de la bebida, le podrán sacar hasta la última moneda! Pero es con los indios que se comportan de la forma más odiosa, sobre todo cuando además cumplen con funciones oficiales, como uno de los hermanos de ese Miller, que es el comisario de policía omnipotente de su distrito. Podría contarles mucho al respecto…

El gobernador del territorio del Chubut, que comprendió la necesidad de poner término a esos escándalos, prohibió que se fuera a traficar sin permiso con los indígenas. Esperemos que sus colegas de los territorios vecinos sigan pronto su ejemplo.

A una legua y media de la carpa de Arneberg se encuentra un gran campamento: es la estancia de Maquinchao. Se han comenzado a levantar varios edificios grandes para las necesidades de la futura colonia, pero al momento de nuestro paso, los trabajos se hallaban detenidos ya sea por el clima o por falta de dinero. El establecimiento cuenta con unos treinta habitantes, la mayor parte peones indios, que viven allí bajo las órdenes del mayordomo, que es al mismo tiempo comisario de policía; esa es toda la población del lugar donde el señor L. Jones, el fundador de la colonia del Chubut, encontró, hace una quincena de años, casi dos mil indígenas que apacentaban sus numerosas tropillas.

(Traducción : M.S.)

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